Es un día conocido por muchos nombres: el Día del Trabajador, el Día Internacional de los Trabajadores o incluso el Día del Trabajo en algunos países. Se celebra cada año el 1 de mayo, sin embargo, en los Estados Unidos —donde nació el movimiento— la mayoría de las personas desconocen en gran medida sus raíces o su importancia.
Aunque algunos pueden asociar el 1 de mayo con la primavera y las danzas alrededor del palo de mayo —una tradición que se remonta a la Antigua Grecia y Roma— su significado moderno está arraigado en el movimiento obrero y en la creencia de que las personas trabajadoras merecen poder y dignidad.
Una vida estadounidense en transformación
A fines del siglo XIX, la industrialización transformó la vida en Estados Unidos—especialmente para los trabajadores. Migrantes de todo el mundo llegaron en busca de oportunidades, pero se enfrentaron a condiciones brutales: jornadas laborales de 10 a 16 horas, seis días a la semana, en entornos inseguros. Las lesiones y muertes eran algo común, lo cual inspiró obras clásicas como La jungla de Upton Sinclair y El talón de hierro de Jack London, y provocó el nacimiento del movimiento obrero estadounidense.
De este cambio surgieron dos fuerzas opuestas: reformadores adinerados que querían resucitar los orígenes antiguos del 1 de mayo para inculcar “valores estadounidenses tradicionales” a los migrantes, y trabajadores que comenzaron a organizarse en sindicatos para luchar por lugares de trabajo más seguros, jornadas más justas y mejores protecciones. Estos sindicatos dieron a los trabajadores el poder de elegir políticos que representaran sus intereses y les permitieron ganar fuerza en la negociación, algo necesario para conquistar una de las mayores demandas del momento: la jornada laboral de ocho horas.
La huelga del 1 de mayo de 1886
En 1884, la Federación de Sindicatos y Oficios Organizados —que luego se convertiría en la Federación Estadounidense del Trabajo— convocó una huelga nacional para el 1 de mayo de 1886. Ese día, más de 30,000 trabajadores abandonaron sus trabajos, marchando pacíficamente por las calles para llamar la atención del público y convencer a otros de unirse a la lucha.
Dos días después, estalló la violencia. La policía abrió fuego contra un grupo de trabajadores en huelga en una planta de McCormick Harvesting Machine Company, matando al menos a dos personas. La noche siguiente, los trabajadores se reunieron en Haymarket Square para protestar contra la brutalidad policial. Lo que comenzó como una manifestación pacífica terminó en tragedia cuando la policía irrumpió en la multitud y se lanzó una bomba, lo que provocó un tiroteo caótico que mató al menos a siete policías y cuatro trabajadores.
Hasta el día de hoy, nadie sabe quién lanzó la bomba. Muchos creen que fue una trampa para desacreditar al movimiento obrero. Sin embargo, llevó al arresto y condena de ocho hombres, cuatro de los cuales ni siquiera estaban presentes en el momento del incidente. A pesar de la falta de pruebas sólidas, cuatro hombres fueron ejecutados, dos recibieron cadena perpetua, uno fue condenado a 15 años y otro —un joven de 21 años— se suicidó el día antes de su ejecución.
Entre los ejecutados estaba August Spies, quien dejó estas poderosas últimas palabras:
“Llegará un momento en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan.”
La tragedia provocó indignación internacional, y trabajadores en todo el mundo realizaron manifestaciones en solidaridad. En 1889, la Conferencia Social Internacional declaró el 1 de mayo como día festivo del trabajo, y con los años se transformó en lo que hoy muchos países llaman el Día Internacional de los Trabajadores. Pero en EE. UU., los líderes políticos buscaron borrar los orígenes obreros del 1 de mayo en favor de un Día del Trabajo “menos radical” en septiembre.
A pesar de ello, el movimiento obrero continuó en EE. UU. y 50 años después, la jornada laboral de ocho horas fue consagrada por la ley con la Ley de Normas Laborales Justas.
Lecciones del 1 de mayo mientras miramos al futuro
Hoy, el 1 de mayo sigue siendo un capítulo poco conocido de la historia estadounidense pero sus lecciones son más relevantes que nunca. Educadores, personal de apoyo, enfermeros, trabajadores postales, empleados del transporte y muchos más siguen alzándose a pesar de los esfuerzos políticos por debilitar los derechos de los trabajadores a organizarse, negociar colectivamente y luchar por su futuro. Los educadores están sintiendo la presión de ser usados como puntos políticos, los recortes presupuestarios, el exceso de leyes, los bajos salarios y la carga de trabajo cada vez mayor.
Pero las lecciones que nos deja el 1 de mayo nos recuerdan que, cuando luchamos juntos, podemos ganar no importa cuán largo sea el camino por delante.
El legado del 1 de mayo vive en cada educador sindical que se niega a guardar silencio. Las victorias sindicales que tanto costaron y que nos dieron derechos básicos como el fin de semana de dos días o la jornada de ocho horas no pueden, ni deben, olvidarse. Aun cuando los legisladores buscan revertir las protecciones contra el trabajo infantil y debilitar la educación pública, debemos estar presentes y proteger el derecho de cada niño a una educación pública segura y de calidad mundial.
En el corazón de nuestro trabajo como educadores y sindicalistas hay una verdad simple: lo hacemos por nuestros estudiantes y por el futuro que todos merecemos. Aún queda mucho por lo que luchar y todo comienza recordando lo lejos que hemos llegado.